Monday, September 10, 2012

Y si la rosa o la luz o las tinieblas aprendieran tu nombre como yo lo aprendí, sabrás que solo yo te presiento. Que conozco tus pasos y tus miedos, que sé lo que guardas en tu alforja. Y que sé cómo ocultas en tus besos mi amor.

Wednesday, August 08, 2012

ALTO AL FUEGO

El rey dicta la orden de alto al fuego con instrucciones enérgicas y precisas. Sí. Desde la más alta esfera del palacio se ha ordenado parar el fuego. Sin embargo, por un error interno, las instrucciones no las recibe el teniente, quien habría de comunicarlas al general, si no el cocinero. “Es absurdo.”, dice, “Esta noche es la recepción en honor a los eminentes delegados extranjeros que negocian el cese del fuego y el cruento e injusto asunto de la guerra.” El jefe de los cocineros no entiende, pero acata la orden. Sabe que su cabeza está en juego y manda a apagar el fuego en que se hornean deliciosos manjares, faisanes, liebres, jabalíes y codornices. El general, en tanto, avanza con su maquinaria de fuego y la estrategia de desolación establecida. Arrasa poblados enteros, masacra a su propia gente y deja una estela infame de sangre y dolor. Las familias están deshechas. Las noticias llegan a oídos del rey, quien siente enormes deseos de festejar la victoria con un banquete. Llega la hora de la cena. Llama al cocinero. La cocina está fría, desierta. Los cocineros salieron apresuradamente a socorrer a sus familiares heridos y a llorar a sus muertos. El general regresa a palacio, es ascendido y condecorado. El jefe de los cocineros no aparece. Es buscado y hallado. Él sospecha que pronto será ejecutado y pide que el rey le confiera, gracias a sus méritos y años de servicio, el honor de preparar su última cena, antes de morir. Se excusa ante el rey, diciendo que esa misma tarde su familia había sido devastada por la guerra. Les trae, para empezar, los mejores vinos y los manjares fríos. Bellísimas jóvenes del harem entretienen los comensales con sus bailes, mientras el cocinero usa todas sus artes culinarias para preparar lo que sería, en efecto, la última cena del rey, quien muere a medianoche aquejado por el fuego de insufribles cólicos ardientes. Acto seguido, el general se proclama rey y ejecuta al cocinero, acusándolo de violar las instrucciones precisas y enérgicas del rey quien por segunda vez ese día, había dictado, ante eminentes delegados extranjeros, la orden de alto al fuego. Fernando Urena Rib

Sunday, August 05, 2012

ULTIMO TANGO EN BERLIN

ÚLTIMO TANGO EN BERLÍN Martín López, un avezado fotógrafo dominicano, se maneja en Berlín como en su propia casa. Viene con premura para participar en festivales de cine y tan pronto terminan sus compromisos me llama: “Vamos al Hotel Bogotá a bailar tango esta tarde.” Aunque el edificio es vetusto conserva el encanto de los años veinte. Noto que aquí se reúne gente de toda edad para tomar lecciones de tango. Mona Katzenberger y su compañero, Don Carlos, son los instructores. A poco uno aprende el ritmo, los ocho pasos, el abrazo, el gesto, las flexiones y el donaire. Los pies se deslizan sutilmente sobre el maderamen, mientras las piernas de la mujer se entrecruzan, se acercan y evaden el cuerpo del hombre que la busca y la guía con ansiedad palpitante. Ella se deja llevar, seduce y es seducida por la sensualidad de un juego de complicidad en el que no hay palabras. La que baila conmigo hace resaltar sus hombros voluptuosos, desnudos y su cuello de cisne en el que cualquier hombre desea ría acurrucar un beso. Luego del tango vienen las milongas. A Martín se acerca una señora suiza, delgada, fuerte y entrada en años quien sin mediar palabras le arrastra, casi en andas, al fondo del salón. Yo tomo la cámara de Martín y le filmo mientras ella dibuja con él espirales y círculos, zarandeándole y zarandeándose en el vistoso salón decimonónico. Luego de aquel entrenamiento intensivo, Martín se cree capaz de entrar a ligas mayores. Me dice, “Vámonos al Tango Loft.” Es un bar distante, pero como Martín se marchaba al día siguiente, le complací. Transitamos oscuras callejuelas y nos internamos en un patio desolado y oscuro. Seguimos el hilo sonoro de unas milongas y subimos por unas escalinatas maltrechas hasta un espacio amplio y de altos techos en que colgaban lámparas de Tiffany, quinqués y candelabros. Las paredes son de mampostería desnuda, o recubiertas de blanco y las columnas rojas. Los alemanes adoran el tango y lo bailan con admirable precisión técnica, aunque carecen de ese drama y pasión que los argentinos le impregnan. Para los porteños el tango es un ritual sagrado, una meditación existencial. Sigo a Martín con ojos asombrados y él toma fotos y vídeos del local y sus glamorosos comensales. Al entrar no advertimos que se celebraba allí una recepción nupcial. Tomábamos fotos de los novios y de las escenas de baile que se sucedían con fluidez. Entonces llegaron dos fornidos porteros de mentes y cuerpos cuadrados y nos exigieron las invitaciones. Martín trató de alegar, mentir, discutir y justificar nuestra presencia allí. Le halé por la solapa : “Con gente bruta no se discute”. Lo saqué apresuradamente y al regresar le consolé: “Alégrate Martín. Has logrado excelentes fotografías. Y yo gravé un videos de tu último tango en Berlín.” Fernando Urena Rib

VIKINGOS

Por el malecón de Santo Domingo iba un hombre joven caminando frente a mí. Llevaba sandalias, vestía de blanco y su abundante cabellera rubia se mecía al vaivén de la brisa marina. Al llegar a la esquina de la Av. Pasteur se detuvo, miró la calle confundido y pregunté si le podría ayudar. Apenas hablaba español. Le orienté hasta llegara a un pequeño apartamento amueblado que alquilaba en el Reparto Aguedita, de la Av. Bolívar. Se llamaba Manny y provenía de Noruega. Estudiaba las posibilidades de quedarse en República Dominicana y abrir un negocio. - Es curioso que quieras abrir un negocio en la Isla de Santo Domingo, cuando una buena cantidad de dominicanos prefiere arrojarse al mar y luchar con la muerte, abrigando la ilusión de mejorar su vida. - Me gusta mucho el país. La gente es abierta, amigable, el clima cálido y la naturaleza es exuberante. Ustedes son afortunados. En Noruega pasamos tres cuartas partes del año bajo la nieve fría, los inviernos son largos y oscuros y la gente se siente deprimida y triste. - ¿Y qué negocio quisieras abrir aquí? - Un bar en la playa. Aquí el alcohol es barato, los impuestos bajos y a la gente le gusta salir, beber y divertirse. Creo que tendría aquí buenos márgenes de beneficio. - El negocio de bares suele ser arriesgado. A los bares entra toda suerte gente y el alcohol la transforma. Además, contrario a lo que pasa en Noruega, aquí hay una enorme e injustificada cantidad de armas en manos de la población civil. No sé si será buena idea. - Haré un bar muy diferente. Es algo que nunca se ha visto por aquí. Luego de aquel encuentro fortuito, nos hicimos muy amigos y discutíamos con frecuencia su proyecto. Buscó socios y adquirió préstamos en Noruega. El bar se llamaría “Vikingos” y estaría en una especie de barcaza o arca flotante, anclada en la playa de Boca Chica, que es de bajo calado y es cercano a la capital y al aeropuerto. El diseño proveería alojamiento para las azafatas, unas jóvenes suecas y noruegas, de cuerpos espléndidos, que empezaron a llegar y a hospedarse en mi casa. Yo no les cobraba dinero, solo les pedía que posaran desnudas para mí. Ellas se despertaban tarde, pintábamos luego del almuerzo y en las noches nos íbamos a nuestro bar favorito de aquella época, El café Atlántico. Todos estábamos felices. Cuando la construcción del arca estuvo terminada, empezaron las angustias del proyecto. Se necesitaban muchos permisos. Las coimas y sobornos que les pedían funcionarios corruptos eran más dispendiosos que los impuestos mismos. Manny hizo diligencias de acá para allá infatigable, pero le negaban los permisos y le hicieron imposible abrir su local. Solo logramos hacer espléndidas fiestas privadas en la cubierta, bajo la luna llena. Un mal día llegó un huracán terrible y despedazó en aguas del mar Caribe todo el maderamen de la barcaza. Manny y las hermosas modelos del “Vikingos” no tuvieron otro remedio que regresar cabizbajos a las frías praderas y a los imponentes fiordos de Noruega.
FERNANDO UREÑA RIB

Saturday, August 04, 2012

LA ENTREVISTA

Tan pronto el Generalísimo Trujillo descendió a los infiernos pidió una entrevista urgente con el Diablo. A los siete años le recibió él, en un salón pequeño, escasamente iluminado que olía a plástico quemado, azufre y naftalina. - Han sido años difíciles, generalísimo. Revueltas estudiantiles, guerrillas, invasiones. Perdone la tardanza. - No aprendí a perdonar. Lo pasaré por alto. ¿Puedo saber qué otras cosas le mantenían tan ocupado? -Estuve haciendo una maestría en terrorismo internacional, en una universidad de Boston. El terrorismo dominará el mundo en el futuro cercano. Tengo que estar preparado. Mire en esa pared mi diploma. -No me interesan los diplomas. - Pues a mí los dictadores me interesan menos. Son ególatras, absolutistas, megalómanos y pobres imitadores de Luis XIV. Prefiero tratar con terroristas. Son material inflamable y es mucho más fácil manipularlos. Pero dígame, ¿qué se le ofrece? - Odio la podredumbre en que me encuentro. No me siento cómodo aquí, Satanás. - No me insulte con ese epíteto de Satanás. Mantenga su distancia. - El lugar al que me han asignado es inmundo y bochornoso. Me han puesto junto a los asesinos pasionales. - Hubiera querido enviarle al último de los infiernos, pero los trabajos son carísimos e interminables y hemos debido suspender los contratos de ampliación y remodelación del infierno. - ¿Puedo saber por qué? - Lo mismo de siempre. Corrupción. Eso es lo que encarece todo. - ¿Permite usted corrupción en el infierno? - No. Aquí la administración es rigurosa. Es mi mujer la que se ocupa. Créame, nadie quiere tener problemas con ella. - ¿Quiere decir que si las mujeres administraran el Estado habría menos corrupción? - Sí. Y menos guerras. Pero no me interesa que las mujeres gobiernen el mundo. Es preferible mantenerlas ocupadas en otros asuntos. - ¿Quehaceres domésticos? - Sí, también, pero es bueno que ellas se ocupen del arte, la poesía, la música y la ecología. Cosas así. - En mi gobierno las mujeres que trataban de entrar en política eran eliminadas. La mujer en el poder es muy peligrosa. - Generalísimo Trujillo, yo jamás perdono el asesinato de mujeres. Lo que usted hizo a las hermanas Mirabal fue demasiado. Vuelva al lugar bochornoso e infame de donde le sacaron y no se atreva a regresar por aquí, ni a solicitar traslados. ¡Fuera de mi vista! ¡Fuera de mi vista! - ¡Uf! Hasta el Diablo mismo detesta a los asesinos de mujeres. ¡Qué barbaridad, Dios mío! Fernando Ureña Rib

EL AGUJERO AZUL

En la noche apareció El agujero azul. Entramos. Yo no podía ver la gente oculta en los rincones y no conseguía imaginar qué hacían allí adentro, pero escuché gritos y jadeos. Intenté detenerla, pero ella me halaba, obligándome a seguirla apresuradamente. Se detuvo un poco y entendí que quería que me asiese de la barandilla y descendimos tropezando por las escaleras hasta un foso donde los olores eran extraños y la música estruendosa e intolerable. Debía estar nerviosa como yo, porque se devolvió de pronto, escaleras arriba y casi me arrastra para salir de El agujero azul. Ya afuera, el guardia de seguridad preguntó irritado: -¿Cómo logró usted entrar sin que yo me diera cuenta? En esta discoteca no se recomienda la entrada de ciegos. El descenso es peligroso. Y por supuesto, la entrada de perros está absolutamente prohibida.” - Cuidado. Esta no es una perra cualquiera, señor. Es una Labrador bien entrenada, aunque un poco curiosa. Se llama Lina.” FERNANDO UREÑA RIB

LOS BEBIÉN GOZÁN

Historia de los Bebién Gozán Los australopitecos de Bebién Gozán establecieron una estrategia efectiva para absorber la continua invasión de los Dolien Penán, que era una raza extraña de personas poco enhiestas, con caderas enjutas, frente retirada y mirar sombrío. Se reunieron todos en la cueva ancestral. El brujo de Bebién, un hombre sin estirpe ni abolengo, tomó un sorbo de whiskey, lo escupió sobre una pintura rupestre y decidió integrar a los inmigrantes de Dolién a la comunidad de una manera sutil. Es preciso destacar que mientras los varones de Dolién no tenían otras habilidades que las de arar y labrar la tierra, las mujeres eran de formas sensuales, apetitosas y alegres. Aunque toscas y ligeras en su vestir, presumían de caderas anchas, cinturas reducidas y pechos generosos y un andar que enloquecía a los australopitecos del Bebién. No ocurría lo mismo con sus propias mujeres, quienes aunque eran elegantes, no se ocupaban de otra cosa que ir de tiendas y adquirir en el mercado zapatos, carteras de marca y abrigos de piel. El caso es que los australopitecos de Bebién Gozán convocaron esa reunión con los de Dolién Penán. Los ancianos les asignaron grandes terrenos y les propusieron financiar sus viviendas y otorgarles créditos para la compra de los insumos y equipos de labranza. Ellos mismos, en tanto, se ocuparían del soporte técnico y el mercadeo de los productos en los mercados internacionales. Para las labores agrícolas los ancianos seleccionaron maquinas de fabricación japonesa sumamente eficientes. Así fue como los australopitecos de Dolién Penán se dedicaron con obtusa pasión al cultivo de la tierra y producían abundantes cosechas que los de Bebién Gozán se ocupaban en vender, tanto en sus predios como en el extranjero. Por supuesto, los agricultores nunca veían el dinero de las exportaciones y mucho menos a sus mujeres, quienes se mantenían ocupadas en entretener a los señores, mantener limpias y ordenadas las cuevas de los propietarios, criar sus hijos y organizar las pieles y zapatos de marca de las señoras. Con el tiempo, los australopitecos de Bebién Gozán se convirtieron en hombres ricos, elegantes y refinados. Es cierto que los otros habían sido olvidados y dolían y penaban sumergidos en la mugre. Pero ellos manejaban automóviles lujosos, bancos, yates, grandes compañías financieras y bebían y bebían, gozaban y gozaban. FERNANDO UREÑA RIB

EL POLVO DE LA TIERRA

EL POLVO DE LA TIERRA
“Y creó Dios al hombre del polvo de la tierra”. Génesis 2:7 “Los fósiles más antiguos de Homo sapiens tienen una antigüedad de casi 200.000 años13 y proceden del sur de Etiopía (formación Kibish del río Omo), considerada como la cuna de la humanidad (véase Hombres de Kibish). A estos restos fósiles siguen en antigüedad los de Homo sapiens idaltu, con unos 160.000 años.” Wickipedia "All we are is dust in the wind." Eric Benet. Kansas
No sabemos todo lo que ocurrió ayer. Ni lo que pasó hace una hora. Tampoco sabemos lo que está pasando ahora mismo, en nuestros propios cuerpos. Imaginamos, creemos, suponemos, tenemos fe o dudamos. Y no sabemos muchas cosas porque tanto la realidad como el universo son infinitos. La mente humana solo es capaz de percibir, analizar y asimilar una minúscula y brevísima porción de la realidad. Lo primero que deberíamos admitir es que somos ignorantes. Solo dos cosas podemos afirmar con certeza absoluta. Por eso es más sabio cuestionar, dudar, preguntar. No importa si lo dice la Biblia o si Wickipedia. La Biblia afirma que el hombre está creado de dos cosas: El polvo de la tierra y el aliento de vida. Es un libro religioso. Si fuera científico habría hecho toda una nomenclatura de sus elementos esenciales, potasio, hierro, magnesio, cobre, sales minerales, H2O, biomoléculas, tejidos, órganos etc. Tendríamos que leernos no menos de diez mil volúmenes de la Enciclopedia Británica para empezar a entender los diferentes sistemas, hormonales, nerviosos, respiratorios, circulatorios y endocrinos. En resumidas cuentas, todos esos elementos nos llegan a una verdad irrefutable, a una conclusión que confirmamos cuando sobreviene la muerte: Somos y estamos hechos de polvo, de tierra. Claro, algunos se imaginan que Dios hizo un muñeco de barro. Pero esa es su imaginación, o su fe. Tan válida como la mía o la de usted. El otro elemento de que está hecho el hombre, de acuerdo a la Biblia es el “aliento de vida”. El verbo hebreo antiguo utilizado era “ruah” y está relacionado con la respiración. Algunas personas mueren cerebralmente y se les mantiene “vivas” artificialmente con aparatos de respiración. Cuando se pierde ese “aliento” morimos y no hay nada que pueda restablecerlo. Yo soy un hombre creyente. Los evolucionistas y científicos, también lo son. Para creer que un proceso tal, ocurrió de una manera tal, hace un millón o 200 mil años, se requiere de un enorme esfuerzo de imaginación, es decir, de un acto de fe. Mi idea de la creación es muy diferente a aquella que pinta la Biblia, con sus palabras elementales y precisas. También es muy diferente a la de esos científicos arrogantes que se creen que se la saben todas y son en realidad, como usted y como yo, ignorantes. Hay solo dos cosas que sabemos con certeza absoluta: Que habremos de morir y… que (como dice la Biblia) provenimos de un polvo. Fernando Ureña Rib

Friday, August 03, 2012

LUNA DE MIEL

Sacas un nombre del sombrero. El nombre está escrito en un papel doblado. Lo sostienes en las yemas de los dedos, temblorosa. Dudas. Por unos segundos dudas si has de abrirlo o soltarlo en medio de los otros papeles doblados y revueltos que hay en el fondo del sombrero. Respiras profundamente. Sabes que en ese papel ha sido escrito el nombre de quien habrá de ser tu compañero. No es un juego. Es una decisión a ciegas que cambiará tu vida. Todos te miran expectantes. De un lado hay un grupo de hombres solteros, desconocidos, de muy buen nivel económico, apuestos, como esos personajes de las novelas de Corín Tellado a las que eres adicta. Del otro, las muchachas, sentadas en atención, con corazones anhelantes. Te decides abrirlo. Pase lo que pase. Has esperado por mucho tiempo al hombre de tus sueños y jamás apareció. Muchos vinieron y se fueron cantando. Tú quedabas llorando. Tienes 36 años. Ya lo probaste todo. Los bares de copas, las columnas personales, las agencias matrimoniales, la citas a ciegas, los clubes, los casamenteros y ahora esto: Un crucero para gente soltera en el Adriático. Es la noche del viernes, el barco ha dejado Dubronik, hacia alta mar ya camino a Esmirna. Todos han cenado y están alegres por el vino. Ya muchas personas han encontrado su pareja sobre cubierta o en los pequeños restaurantes adosados a babor y a estribor. Quienes ya encontraron pareja no tiraron sus nombres al sombrero. El crucero hará el domingo la ruta de retorno, desde Estambul. El sábado será noche de bodas y el trayecto final será luna de miel. Comienzas a desdoblar el papel con alegría. Si lo cambias aparecerá otro nombre. ¿Cuál es la diferencia? Has venido a probar la fortuna, el puro azar. Aparece la primera letra: “A”. Respiras hondo, te armas de valor y gritas a todo pulmón: “¡A!” Cinco hombres se levantan. Les sonríes a todos y haces una pequeña genuflexión. “¡R!” Tres hombres se sientan. Quedan dos. El afortunado se podría llamar Armando, Arturo, Archimboldo… Lees finalmente en alta voz: “¡Arnaldo!” El hombre se acerca. Tiene lindo perfil, bonita boca, es alto y fornido. La mirada de fascinación en sus ojos pardos no se aparta de la tuya. Es como una ensoñación, un delirio, la locura misma del amor. La pesada novela romántica que sudaba en tus manos, cae ruidosamente al suelo y despiertas. Apagas la luz. Duermes y vuelves a soñar. Ahora con la boda y la luna de miel. Fernando Ureña Rib

Thursday, August 11, 2011

LA SOSPECHA

NARRATIVA DOMINICANA Convocado por una insólita sospecha, Adolfo Megal salió temprano de su oficina hacia su casa. Dejó sin terminar los negocios del día, que eran muchos y plagados de onerosas cargas financieras. Sobre todo después de que el banco le pidiera entregar la casa y sus proveedores le exigieran pagar atrasos, moras y recargos. Los impuestos y los bancos se lo llevaban todo y la casa, lo único que le quedaba, estaba a punto de ser tragada en el hoyo oscuro, en el fatídico embudo de la economía. Mientras transitaba pesadamente por la ciudad atestada, sentía que su vida había sido un fracaso. El embotellamiento urbano aumentaba su presión arterial, su frustración y su ira. Cuando logró llegar, acalorado, vio salir de su casa, apresuradamente, a un hombre joven, bien vestido, de aire complacido que se arreglaba la corbata. Subió de tres saltos las escaleras y vio a su mujer salir del baño. ¿Por qué me traicionas? Le gritó, y acto seguido saco la pistola y casi se la descarga encima. Le quedó una sola bala, la que habría de atravesar su sien. Antes, tomó una vieja foto, en la que ella se veía azorada (por alguna razón desconocida) y escribió con dolor una nota póstuma. La policía encontró junto a los cadáveres, manchadas de sangre, las notificaciones bancarias de incautación legal, que había dejado en la casa un joven alguacil minutos antes del terrible suceso. Fernando Ureña Rib

Tuesday, October 26, 2010

ACEITE DE TORTUGA

ACEITE DE TORTUGA Los cazadores de tortugas llegaron temprano a la ensenada de la playa donde ovábamos, y aunque habían bebido mucho la noche anterior, hallaron fuerzas en la idea de desayunar con huevas crudas y quitarse la resaca con el ron que les quedaba, que todavía era mucho. Eran siete hombres armados con redes, filtros, exprimidores, cuchillos y ballestas. Tendrían entre treinta y cuarenta años. Lucían fuertes, el pelo ensortijado pero sucio, sin afeitar y su aspecto no le gustó para nada a Papá Carey quien se ocupó en organizar las tropas, arengarlas y trazar una estrategia de defensa. “Los dejaremos comerse los huevos y tomarse todo el ron. Tú, sin embargo, te ocuparás de robar las redes, tú los cuchillos y tú las ballestas. Las hembras buscarán los filtros y exprimidores. " Reían mucho y bromeaban entre sí aquellos hombres como, si el mundo les perteneciera. Nosotras incluso les trajimos más ron, porque ellos pensaban hacer de nosotras aceite de tortuga, que según ellos es muy bueno para broncear la piel, para la toz, el reumatismo y aligera la sangre. Y ligeras sí que teníamos nosotras la sangre, porque antes de que terminaran las botellas que les habíamos traído del colmado, ya estaban atados en las redes que clavamos con las ballestas y los arpones con que nos querían matar. Bueno. Esto es solo para informarles que el aceite que ustedes se acaban de untar en sus cuerpos, en estas hermosas playas, no es precisamente aceite de tortuga, sino el de sus cazadores. FERNANDO UREÑA RIB